sábado, 29 de noviembre de 2008

Saca al niño que llevas dentro

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Eran algo más de las once de la noche. Estábamos celebrando el cumpleaños de una de mis amigas y pasamos por el parque. El mismo parque que veo todos los días, el mismo parque en el que todos nos divertíamos cuando éramos pequeños. Sí, ese era nuestro parque. El mismo en el que hacíamos castillos de arena y jugábamos a las palas, el lugar en el que pasamos horas y horas jugando al balancín y tirándonos del tobogán. En ese mismo parque fue donde pasamos nuestra infancia. Hubo un tiempo en que jugábamos sin ningún tipo de preocupación mayor que la de no perder el rastrillo, donde nos manchábamos y nos poníamos hasta arriba de tierra sin importarnos lo más mínimo, fue en ese mismo parque donde fuimos felices.

La nostalgia invadió mi cuerpo mientras mis mejores recuerdos inundaban mi mente. Por un momento quise volver a ser esa niña. Sin dudarlo apenas un segundo corrí a montarme al columpio. Y ahí estaba yo, junto con las demás, intentando llegar hasta lo más alto, dejando escapar al niño que llevo dentro, ya que en cierto modo no hace mucho tiempo dejé de serlo. Hubiera jurado ser la persona más feliz del mundo mientras disfrutaba de mi regreso a la infancia. Hacía un frío horrible y sobre nosotras caía una suave llovizna pero allí estábamos, cantando por todo lo alto y riendo sin parar. Puede que a muchos os parezca una tontería, yo por mi parte espero poder repetir la experiencia. Para mí fue un momento mágico, durante unos minutos dejé de ser la chica que soy ahora y tuve la oportunidad de volver a ser esa niña dulce e inocente que una vez fui.






Moon


lunes, 24 de noviembre de 2008

Y vivieron felices para siempre


Me encantan las películas de Disney. Son clásicos que nunca me cansaré de ver. Lo que más me gusta de sus historias es que siempre tienen un final feliz, al final el hechizo de la malvada se deshace y nuestros queridos príncipes viven felices y comen perdices. Y no solo veo películas de Disney, sino que además las vivo, quizá os parezca una tontería, pero siempre me emociono al verlas. Para mí es una dosis de optimismo, cuando estoy en uno de mis momentos "plof" qué mejor que ponerme una película en la que el final feliz está asegurado. Y no solo eso, siempre triunfa el amor. Al final es el amor lo que puede con todo, da igual que sean manzanas envenenadas, conjuros de hechiceras, las malvadas intenciones de tus hermanastras, da igual que la persona de la que te hayas enamorado sea una bestia, al final siempre triunfa lo que de verdad importa, lo único que vale la pena y por eso puede con todo, como ya os he dicho, os hablo del amor.

En todos los cuentos hay siempre un príncipe azul que acaba rescatando a su princesa. Es una pena que no se pueda vivir una de esas historias, pero si le echáis imaginación tal vez sí que algún día se pueda conseguir algo... Desgraciadamente no va a venir ningún apuesto príncipe a buscarme en su flamante caballo para llevarme junto a él a un reino lejano, tampoco creo que aparezca de repente una bestia de la que me enamore perdidamente y cuando lo haya aceptado tal y como es se convierta en un perfecto caballero y dudo mucho que aparezca un Aladín en mi ventana con su alfombra mágica. Vaya, realmente es una pena. Pero aunque no me vayan a pasar ninguna de estas cosas sí que puedo tener la suerte de que me toquen otras muchas igual de buenas. Tal vez un día de lluvia me esté empapando y aparezca mi chico ideal de repente y coloque su paraguas sobre mí, eso perfectamente puede ocurrir. Desde luego sería un chico muy amable. También puede ocurrir que, como en las películas, vaya por la calle tropiece con él y me ayude a recoger los libros que se me han caído, muy típico pero puede pasar.

Tranquilos que tras este lapsus, también soy -algo- realista. Puede que simplemente le conozca de la manera más normal del mundo, sin que pase nada fuera de lo normal. Probablemente sea así, un encuentro como tantos otros, normal y corriente. Pero no será solo eso, además será algo especial. Recordad que en la más absoluta normalidad es donde se encuentra la especialidad, y lo que para cualquiera pueda ser un momento normal para ti y esa persona puede ser algo mucho más mágico. Algún día yo podré vivir mi propio cuento de hadas y veré a mi chico como el príncipe de todos estos cuentos que tanto me hacen soñar.




Moon

sábado, 22 de noviembre de 2008

La mala educación

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Desde que somos pequeños nuestros padres nos inculcan los valores con los que nos enfrentaremos al mundo cuando seamos capaces de hacerlo. Se supone que, aunque a cada uno de manera diferente, a todos nos han enseñado unas normas de educación mínimas con las que debemos comportarnos y dirigirnos a la gente. Desgraciadamente no todo el mundo hace uso de ellas. Y claro, luego llegamos los que estamos acostumbrados a usarlas y nos topamos con gente con la que, da igual seas cortés o de su misma calaña que te van a tratar con el mismo respeto y educación de siempre. Y ya no solo os hablo del por favor y el gracias, o el saludar al entrar en el autobús, cosas bastante normalitas al alcance de todos. Lo que más me molesta es que encima a los jóvenes nos tienen , menos mal que no todos, como esa gente que no sabe comportarse. Y no digo yo que no tengan razón pero, cómo no, siempre se tiende a generalizar. Oigan que soy la primera que critico el comportamiento inadecuado de la mayoría de los de mi edad, pero ya que yo no me incluyo en ese gremio, no quiero que la gente tenga ese tipo de prejuicios ni conmigo ni con ninguno de los jóvenes que, discúlpenme la medalla, sabemos comportarnos.


El caso es que estaba yo el otro día sentada en el autobús, y como suele ser usual la línea cinco llegaba con retraso por lo que el vehículo no tardó en llenarse. Entonces entra la típica señora mayor que va con bastón porque a la pobre ya le cuesta hasta andar, y como puede atraviesa el autobús en busca de un asiento. En seguida se da cuenta de que el aforo de asientos está completo y se queda mirando a un par de chicos, bueno más que chicos niños porque no tendrían más de unos trece o catorce años, supongo que con la esperanza de que alguno le cediera el sitio. Pero no solo no lo hicieron sino que encima se rieron de la pobre mujer. Todo esto sucedió en el poco tiempo que necesité para darme cuenta de la escena y rápidamente cederle el mio. No hice nada especial, de hecho ni lo pensé, me salió solo, el caso es que en cuanto se pudo sentar no paró de agradecerme, ya ves tú, la pamplina que acababa de hacer (lo de pamplina es porque no era para tanto). A mi ya me estaba dando hasta corte porque estando todos tan comprimidos la gente se había dado cuenta y observaban nuestra escenita. La viejecita que había entrado al autobús con una cara que parecía que le pesaba el alma estaba ahora sonriendo con los pocos dientes que le quedaban. Probablemente os parezca una chorrada, pero me sentí bien al pensar que tal vez por un momento le había hecho olvidar sus penas a esa mujer. Y así, con la gente mirando y yo mirando a la gente, llegué hasta mi destino en la calle General Moscardó.

La pena es que tuviera tanto que agradecerme, porque si esos detalles los tuviéramos siempre la gente no se sorprendería al verlos. Conste que ya no solo hablo de los jóvenes, también hay adultos que no saben lo que es esto de la educación, y mira tú por dónde la mayoría de estos son los que más critican su carencia. En fin, algo que tendría que ser normal, resulta que es la excepción.


Moon

miércoles, 19 de noviembre de 2008

Decíamos ayer... (III)

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"Todos los días Dios nos da un momento en que es posible cambiar todo lo que nos hace infelices. El instante mágico es el momento en que un sí o un no pueden cambiar toda nuestra existencia."

Paulo Coelho

domingo, 16 de noviembre de 2008

Algún día

¡Ay el amor!, dichosos los que han probado semejante manjar y pueden fardar de ello. Y sobre todo, dichosos aquellos que no lo pidieron y sin embargo, se les concedió. Y es verdad que, cuanto más quiere uno una cosa más tarda en llegar. ¡Cuantísimas almas como la mía ansían encontrar a su gemela! Todo hay que decir que resulta muy frustrante. Claro que, qué sería la vida sin el camino a recorrer para alcanzar nuestros sueños. En sí la vida es eso, un largo camino en el que nuestra meta es lograr que todos esos sueños que nos mantienen en pie se hagan realidad. Pero mientras esperamos es impepinable que, aunque lo queramos evitar, nos planteemos si todo eso por lo que estamos viviendo y que estamos esperando con tantas ganas aparecerá algún día.

Yo estoy convencida de que ahí fuera hay alguien. Y no solo para mí sino también para ti y para todas y cada una de las personas que forman este mundo. En alguna parte hay otra alma que quiere juntarse con la tuya. El problema viene después, cuando pienso si la encontraré algún día. Y es horrible pensar que nunca conocerás tu razón de vivir, la misma en la que piensas antes de acostarte o cuando ves una pareja por la calle abrazados. Desgraciadamente este pensamiento me inunda el corazón, y como ya he dicho, aunque lo quiera evitar me entristezco solo de pensarlo. Tengo que reconocer que me da miedo pensar que ese sea mi destino, que tal vez -vale, ya sé que suena muy melodramático- no haya nacido para eso, tal vez no llegue a enamorarme nunca. Por supuesto en cuanto me pongo a pensarlo procuro desviar todas estas ideas desagradables y, para variar, ser más positiva. Por qué pensar mal teniendo todo el tiempo del mundo para que suceda lo contrario, nadie me puede garantizar que lo consiga, pero tampoco me pueden asegurar que fracase en el intento.

Así que lo único que saco en limpio de todo es que hay que tener esperanza. Es lo último que se debe perder, porque es mejor viajar lleno de esperanza que llegar sin ella. Y esta misma es la que hace que nuestro corazón siga encendido, a la espera de algo que, llegará. Es la mano que nos tiende Dios para que la espera se haga más amena y el tiempo más corto, por muy largo que sea.

No la perdamos nunca, porque es lo que realmente nos va a sustentar en los momentos difíciles. Y por supuesto la misma que me convence cada día más de que lo encontraré y sino, tiempo al tiempo.


Moon




sábado, 15 de noviembre de 2008

Sonrían, por favor.

Hace un día precioso, sales a la calle con tu mejor sonrisa, respiras profundamente, miras al cielo y simplemente eres feliz. Es un día normal y corriente, no pasa nada especial, pero estás alegre. Empiezas a caminar y te encuentras al portero del edificio de al lado, tan agradable como siempre, que te pregunta cómo estas y, a quién no, te saca una sonrisa todavía más grande que la que ya tenías. Vas por la calle y algunos te miran pensando extrañados "¿y a esta qué le pasa?". Otros sin embargo hasta te sonríen dejándose contagiar por tu encanto. Entonces piensas en todas esas personas, todas esas vidas que hay más allá de lo que tú has visto por la calle. Tal vez ellos también sean felices y por eso se unan a tu positivismo con entusiasmo, o por el contrario hayan tenido un mal día y no sean capaces de curvar las comisuras de sus labios en un intento leve de gesto alegre. Aun así tú sigues sonriendo mientras caminas hasta llegar a tu destino. Y entonces ese mismo destino decide que te cruces con alguien que, mira tú por dónde, pobrecillo pero no es su día. En seguida te percatas de la negatividad que irradia a su alrededor e intentas mostrarte lo más amable posible para no empeorar lo que, según se veía, debía ser un bad day de los grandes. Y tras terminar con vuestro "pequeño encuentro" tú sigues con tu vida y él con la suya. Tú sigues con tu sonrisa, aunque algo reducida, y él probablemente con su desdicha. Pero es inevitable que empieces a pensar qué es lo que le podía haber pasado al señor que, de una manera u otra, te ha bajado el ánimo con el que has salido de casa. Y en eso mismo estaba pensando yo cuando, mientras regresaba, miré hacia el cielo contemplando la hermosa luna que resplandecía en medio del capote negro. Y volví a sonreír, aunque esta vez pensando, que probablemente ese señor no se diera cuenta de lo bonita que estaba la luna esa noche.


Es increíble cómo sin quererlo, nos vemos afectados en cierto modo por el humor de los demás. Puedo entender que uno tenga un mal día, también yo tengo días inaguantables como todo el mundo. Pero aborrezco a la gente que directamente es antipática de por sí, y encima te transmite ese pesimismo por todo sin ninguna excusa decente. Si no tienes un motivo concreto por el que estar triste, si el mundo no se ha confabulado contra ti, entonces sé feliz.

Porque no hace falta nada especial para ser feliz, no hace falta nada especial para sonreír.


Porque una sonrisa no cuesta nada, porque una sonrisa puede cambiar el mundo, MI mundo.


Así que, sonrían por favor. =)


Moon


Pd: No sé si alguien más se ha dado cuenta de la impresionante luna llena que se ha asomado en las últimas noches.


martes, 11 de noviembre de 2008

Esto sí que es empezar bien...

Ayer fue un lunes bastante aceptable, sobre todo siendo lunes. Aunque eso sí, como suele ser común en mí, lo empecé dándole mi toque de patosería y gracia.

Nueve menos cinco, estoy cruzando la calle que separa mi casa del colegio y como voy un poco pillada de tiempo y por no darme la vuelta, (aunque reconozco que también por vaguería) me dispongo a entrar por la portería principal. Yo que iba dormida, atontada y sin mirar por donde pisaba empiezo a subir las escaleras. Todo sucedió en pocos segundos, ni si quiera me di cuenta de lo que había pasado hasta que no estuve con una mano en el suelo. Gracias a eso pude evitar comerme literalmente la escalera y echar por tierra año y medio de ortodoncia. Menos mal que alguna intervención divina evitó que eso pasara. No tenía ninguna gracia, pero cómo no, me reí en cuanto me desperté del susto. No sé si alguien fue testigo de ello, si fue así no me di cuenta, en ese caso nos hubiéramos reído juntos de mi torpeza.

Me podía haber hecho daño, pero lo que más agradecí fue que no pasara en ese momento ninguno de mis profesores, hubiera sido muy vergonzoso.

Vaya, eso sí que es levantarse con el pie izquierdo.



Moon

sábado, 8 de noviembre de 2008

La ignorancia no exime el cumplimiento

Dicen que la ignorancia da la felicidad. No nos engañemos, en todo caso se trata de una felicidad falsa. Cuando nos aferramos a algo que no es la realidad lo que tenemos es miedo de que esta sea algo que no nos pueda agradar. Pero no podemos vivir engañados siempre. Todas esas veces que decidimos taparnos los ojos para no ver la verdad que nos rodea, lo único que estamos haciendo es rechazar la auténtica, aunque muchas veces dura realidad. Un rechazo con el que tarde o temprano vamos a chocar de frente y para el que es mejor estar preparado. ¿Acaso es mejor vivir ignorando una mentira que con el tiempo te va a doler más? Cuando sufrimos por cosas que de no ser conscientes de ellas no nos afectarían, resulta tentador el hecho de no querer saber más, de volver a taparnos los ojos, de esconder esa verdad que nos persigue y que nos va a hacer sufrir.

Pero no podemos evitar constantemente situaciones dolorosas para ser felices. Es imposible ser feliz siempre en esta vida. Aunque no nos guste, también hay momentos de dolor, de tristeza, de sufrimiento, tramos difíciles que debemos pasar para luego valorar más esa felicidad tan anhelada. Es cierto que no es fácil superar todos los obstáculos que se nos presentan, pero nadie dijo que fuera a ser tarea sencilla.

Conforme maduramos nos damos cuenta de que la realidad que nos rodea es bastante diferente al mundo perfecto en que creíamos cuando éramos pequeños. Entonces ignorábamos lo que sucedía a nuestro al rededor y no nos preocupaba. Ahora ya no hay escapatoria alguna para eludir esos momentos en que la vida te enseña que no todo es alegría y felicidad. A Dios gracias que todavía no he tenido que cruzarme con ninguna circunstancia demasiado dolorosa, no obstante también sufro mis malos momentos como todo el mundo. Pero pensar que después de la tempestad saldrá un sol triunfante que acabará con las sombras, me da fuerzas para luchar y seguir adelante y cuando se haya acabado, entonces eso sí que será la auténtica felicidad.

No nos escondamos de la realidad por cruel que sea, porque cuando pasemos el mal trago, seremos recompensados y mucho más felices que todos aquellos que decidieron ocultarse ante la tormenta.


Moon




martes, 4 de noviembre de 2008

Por fin

Recuerdo que estaba muy nerviosa, no sabía muy bien cómo iba a actuar ante los hechos o si metería la pata como consecuencia de mis escasa experiencia en estos temas. Sin embargo, por alguna razón, estaba segura de que era él. Había algo dentro de mí, que manifestaba que así era. Mi corazón latía fuerte, excitado, incitándome a acercarme más hacia la persona a la que este quería pertenecer. Y así lo sería, porque por fin, tras una larga y dura espera, lo había encontrado.

Y allí estaba, al principio se mostró igual de tímido que yo, pero conforme pasaba el tiempo fuimos adquiriendo confianza el uno del otro. Él también lo sabía, estábamos destinados a estar juntos. Sin saber muy bien de qué, empezamos a hablar a la par que caminábamos, íbamos sin rumbo, simplemente estábamos juntos que era lo que importaba. Me hizo reír, y mi carcajada hizo reírse a él también, me ruboricé. Me acarició con ternura al ver mi sonrojo. Su tacto hizo reaccionar a mis estímulos de una forma muy distinta a la que estaba acostumbrada. Bajó su mano hasta alcanzar la mía y la sujetó con suavidad. Durante unos segundos su mirada penetrante se perdió en la mía, ninguno de los dos quiso interrumpir ese momento y sin darnos cuenta retomamos nuestro paseo. Tras unos instantes de silencio mutuo, comenzamos a hablar. Ideas, sueños, ilusiones.... ambos habíamos anhelado una cosa por encima de todo, pero ese deseo ya se había realizado. En ese momento me sentí la persona más feliz del mundo. Justo en ese instante me susurró al oído:

-Te quiero.

Y entonces mi mundo estuvo completo. Por fin te había encontrado, por fin estábamos juntos, nuestra espera había valido la pena. Daba igual el tiempo que hubiéramos estado solos, pues ya había sido más que recompensado. Y todavía quedaba mucho más. He de reconocer que en ese momento me parecía todo tan perfecto, que me imaginé en una nube, no podía creer lo que me estaba pasando. Entonces, hizo algo que me sacó de la pequeña duda que mi mente había creado, me besó. Fue un beso perfecto lleno de ternura. No lo podía haber imaginado mejor. Ese fue nuestro primer beso.


-Te quiero.

Logré responder cuando volví a la realidad.




Moon