No había alcanzado los once años y apenas quedaba algún rastro de infancia dentro de mí. Ya no era un niño, la muerte de mi madre junto con otras desgracias me habían arrebatado ese derecho. Nunca podría volver a serlo, aunque quisiera. Ver cómo la guerra había destruído mi familia y nos obligaba a mi padre y a mí a huir de nuestra casa, nuestro hogar, había marcado una herida profunda que nunca creí que podría superar. Nada volvió a ser lo mismo. El exilio y el hambre fueron los encargados de acabar con mi padre pocos años después. De repente me vi solo en el mundo. Solo, sin nadie a quien amar ni nadie que me amara. ¿Qué sentido tenía vivir? ¿Acaso podía arriesgarme a volver a encontrar el amor en alguien? Cualquier tipo de amor, cualquier persona, ¿sería capaz de volver a sentir tanto dolor? La respuesta es no. No iba a permitirlo. Desde entonces me prometí a mí mismo que jamás volvería a amar. Nunca dejaría que se repitiera la historia, no estaba dispuesto a volver a sufrir perdiendo a nadie. Ese día hice un pacto con mi corazón y conmigo mismo. Juré con sangre que lo cumpliría y así viví y pasaron los años.
Pero entonces apareció. Corría el verano de mil novecientos cuarenta y cinco, yo disfrutaba de un permiso en el ejército francés y había salido a celebrarlo con mis camaradas. Recuerdo con perfecto detalle todo lo que sucedió. Apenas unos minutos, menos, tal vez unos instantes, pero fueron los más largos de toda mi vida. Entonces apareció ella. En el momento en que la vi al otro lado del paseo mi corazón dió un salto. Nuestras miradas se encontraron al tiempo que caminábamos. Cuando nos cruzamos sentí un imán que me ardía por dentro y me incitaba a unirme a ella. Ambos seguimos nuestros caminos con nuestros respectivos grupos, pero no pude evitar la necesidad de darme la vuelta y volver a mirarla, ¡era tan hermosa!. Como ya temía ella hizo lo mismo, y cuando ya nos separaba una gran distancia decidió acortarla. Un impulso la hizo darse la vuelta y empezó andar hacia mí. Sonreía a la vez que empezó a correr, segura de querer llegar a mis brazos. No podía ser. Lo reconocí de inmediato, era el amor que había vuelto a elegirme, estaba llamando a mi puerta. Pobre de mí, yo que había echado el cerrojo y había prometido no quitarlo nunca, parece ser que alguien no pensaba lo mismo. ¡Pero válgame el cielo!¡Cuán caprichoso es el destino! Ahí estaba yo, enfrentándome en la decisión más importante de mi vida. La chica estaba a punto de alcanzarme mientras mi razón luchaba por irse de allí. No sé por qué lo hice, en ese momento el sufrimiento pudo echarse a un lado y dejar hablar a mi corazón que ansiaba manifestarse. Entonces, sin pensarlo, sin más, eché a correr. Corrí y corrí hasta perderme por las calles de París. Por qué lo había hecho, por qué no quise ser feliz, por qué había huído del amor.
Pero entonces apareció. Corría el verano de mil novecientos cuarenta y cinco, yo disfrutaba de un permiso en el ejército francés y había salido a celebrarlo con mis camaradas. Recuerdo con perfecto detalle todo lo que sucedió. Apenas unos minutos, menos, tal vez unos instantes, pero fueron los más largos de toda mi vida. Entonces apareció ella. En el momento en que la vi al otro lado del paseo mi corazón dió un salto. Nuestras miradas se encontraron al tiempo que caminábamos. Cuando nos cruzamos sentí un imán que me ardía por dentro y me incitaba a unirme a ella. Ambos seguimos nuestros caminos con nuestros respectivos grupos, pero no pude evitar la necesidad de darme la vuelta y volver a mirarla, ¡era tan hermosa!. Como ya temía ella hizo lo mismo, y cuando ya nos separaba una gran distancia decidió acortarla. Un impulso la hizo darse la vuelta y empezó andar hacia mí. Sonreía a la vez que empezó a correr, segura de querer llegar a mis brazos. No podía ser. Lo reconocí de inmediato, era el amor que había vuelto a elegirme, estaba llamando a mi puerta. Pobre de mí, yo que había echado el cerrojo y había prometido no quitarlo nunca, parece ser que alguien no pensaba lo mismo. ¡Pero válgame el cielo!¡Cuán caprichoso es el destino! Ahí estaba yo, enfrentándome en la decisión más importante de mi vida. La chica estaba a punto de alcanzarme mientras mi razón luchaba por irse de allí. No sé por qué lo hice, en ese momento el sufrimiento pudo echarse a un lado y dejar hablar a mi corazón que ansiaba manifestarse. Entonces, sin pensarlo, sin más, eché a correr. Corrí y corrí hasta perderme por las calles de París. Por qué lo había hecho, por qué no quise ser feliz, por qué había huído del amor.
Han pasado ya muchos años y todavía sigo pensando en lo que ocurrió. Y aquí estoy, viejo y solo, sin ser amado y sin nadie a quien amar, he cumplido mi promesa y sin embargo una sensación extraña me priva del sueño. Fui yo quien decidió apartar el amor de mi vida. Fui yo quien decidió ser infeliz por no sufrir. ¿Acaso no he sufrido por ello? ¡Al diablo mi promesa! Lástima que sea demasiado tarde. A veces pienso en cómo habrá sido su vida, tal vez ahora mismo este rodeada de nietos y me olvidara la misma noche que nos vimos, tal vez ella sea feliz. Puedo llevar sobre mi conciencia el hecho de haber perdido la oportunidad de mi vida -quizás no-, pero lo que no podría soportar es saber que ella había acabado igual que yo. Saber que tal vez yo pude haber cambiado ese final, podía no haber sido nada pero también podía haber sido todo. Si es así, tal vez ahora estaríamos juntos, arrastrando una vida feliz tras nosotros.
Moon
7 comentarios:
es una lastima que ese hombre no supiera amar, hay personas que rebosan amor por los cuatro costados sin embargo hay a los que les falta
Debe de ser horrible huir del amor.
Es una de las pocas cosas inmateriales que nos hace seguir felices.
No concivo esta vida sin amor.
La perfeccion del amor, es morir de amor.
El amor y la tos, no pueden ocultarse.
Cuando se quiere dar amor, hay un riesgo;
El de recibirlo.
La capacidad de reir juntos,
eso es el amor.
¿Quieres reir conmigo?
Buena historia.
Besos.
moon para cuando nos deleitaras con unpost de madrid?! lo estamos deseando!!
que bonita historia, aunque triste...
Un saludo!!!
....buenas, Moon:
...huir del amor...
bonito tema para una bonita historia....
me ha gustado leerte....
saludos.
¿Se puede realmente huir del amor conscientemente?
Estoy deacuerdo con "El criticón"... Pero bueno, todo es respetable en este mundo... cada cual, que elija su porvenir...
Un placer leerte de nuevo!!! Aunque haya tardado!!
Un beso, Moon!!
claro que se puede huir conscientemente, si es tu objetivo y tu intencion si te lo propones lo haces
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