martes, 17 de febrero de 2009

La estación

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A un lado del andén se encuentra el banco. Ahí está ella, sentada, esperando. Probablemente ni siquiera sepa lo que espera. Pasan trenes y trenes pero ella no se sube, no le gustan o directamente no le apetece, simplemente espera. Pero, ¿a qué? Mientras se lo pregunta siguen pasando más y más trenes, pero ella siente que no debe subirse. Para qué perder tiempo yendo a un sitio al que no quieres ir. Ha decidido esperar, ya llegará piensa ella. De los trenes bajan pasajeros que han llegado a su destino, otros se despiden y suben al vagón, algunos corren para no perderlo, otros están indecisos en subirse o no. Los hay que van de la mano y viajan acompañados, otros van solos, a algunos la vida no les ha dado motivo para sonreír y otros simplemente son felices. Todos ellos pasan delante de ella, y ella les observa con curiosidad. Todos los días ve pasar cientos de personas, algunos la miran, otros incluso la sonríen, para otros pasa directamente inadvertida y los hay que hasta se sientan a hablar. Cientos de personas, cientos de vidas pasan alrededor suyo pero ninguna es a la que ella tanto espera. A pesar de todo ella sigue allí, sentada, con las piernas cruzadas, esperando. Aunque sea mucho el tiempo que lleva esperando, su corazón sigue alterándose con el mínimo ruido de un tren cercano. A veces piensa que tal vez no llegue nunca, puede que el tren que estaba esperando hubiera partido sin ella. No quiere ni pensarlo. De repente otra duda cruza su mente, ¿cómo sabré si es él? Quizás ya se hayan cruzado alguna vez sin darse cuenta de quiénes eran. Si es así, ¿le volverá a ver? Mientras tanto ella espera. Es mejor no darle vueltas. Sigue sentada. No sabe cuánto tiempo lleva en la estación, pero la verdad es que no le importa, después de tanto tiempo esperando no tiene la menor intención de marcharse. Aunque haya momentos de desesperanza ella sigue allí. Y es entonces cuando por fin aparece. Esta vez su corazón da un vuelco previniendo la llegada del tren. Tras haberse parado, delante de ella, se abre la puerta del vagón. Tan sólo dos pasos les separan. Él se acerca a ella, le coge la mano, una sola sonrisa. Una mirada, un pequeño gesto que no es nada, y lo es todo. Todavía recuerdo sus siluetas alejarse de aquella estación, de la mano, sin mediar palabra, simplemente sonriendo. Probablemente no se hayan soltado jamás.

Guardaré mi corazón para el tuyo.





Moon

PD: Al final el tren llegó.


4 comentarios:

Anónimo dijo...

moooonnn.....
lo mejor sin duda,me alegro de q al final ese tren llegara..la espera no es mala tampoco buena pero la impaciencia llega a cualquier corazon...porque yo odiaria ver como se va alejando el tren y saber que el no va subido en el...imaginar q su tren paso hace mucho y q yo me quede a vajo sin saber que esa persona se marcho ..pero compartir una via un ten o un mismo destino ....
en resumen moon..muy bonito yo creo que es de los mejores....

Anónimo dijo...

pero y si resulta que ese tren no llega nunca? y si en vez de quedarnos sentadas tenemos que actuar? o mejor no hacer nada y dejar que venga lo que tenga que venir? la verdad es que la realidad es un poco frustrante.

Moon dijo...
Este comentario ha sido eliminado por el autor.
Moon dijo...

Más que la realidad yo diría la espera...

¿Saber si va a llegar o no el tren? Nadie nos lo asegura, pero tenemos dos opciones. La primera es resignarse, deprimirse y vivir toda la vida pensando que nunca vas a encontrar el amor. La otra opción, la que yo he escogido, es tener esperanza y confiar en que ese día llegará tarde o temprano, que solo hace falta esperar. Eso no quita que a veces la espera sea desesperante y frustrante. Pero ¡qué le vamos a hacer! ese es el precio que pagamos a cambio de la felicidad que tendremos cuando por fin lo hayamos encontrado. Vamos, nada en comparación.

No digo que haya que quedarse parado, por supuesto que no, pero primero hay que encontrar ese amor.

Gracias por comentar.

PD: reme tú y yo, tenemos mucho (pero mucho) tiempo para enamorarnos... paciencia ;)