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A un lado del andén se encuentra el banco. Ahí está ella, sentada, esperando. Probablemente ni siquiera sepa lo que espera. Pasan trenes y trenes pero ella no se sube, no le gustan o directamente no le apetece, simplemente espera. Pero, ¿a qué? Mientras se lo pregunta siguen pasando más y más trenes, pero ella siente que no debe subirse. Para qué perder tiempo yendo a un sitio al que no quieres ir. Ha decidido esperar, ya llegará piensa ella. De los trenes bajan pasajeros que han llegado a su destino, otros se despiden y suben al vagón, algunos corren para no perderlo, otros están indecisos en subirse o no. Los hay que van de la mano y viajan acompañados, otros van solos, a algunos la vida no les ha dado motivo para sonreír y otros simplemente son felices. Todos ellos pasan delante de ella, y ella les observa con curiosidad. Todos los días ve pasar cientos de personas, algunos la miran, otros incluso la sonríen, para otros pasa directamente inadvertida y los hay que hasta se sientan a hablar. Cientos de personas, cientos de vidas pasan alrededor suyo pero ninguna es a la que ella tanto espera. A pesar de todo ella sigue allí, sentada, con las piernas cruzadas, esperando. Aunque sea mucho el tiempo que lleva esperando, su corazón sigue alterándose con el mínimo ruido de un tren cercano. A veces piensa que tal vez no llegue nunca, puede que el tren que estaba esperando hubiera partido sin ella. No quiere ni pensarlo. De repente otra duda cruza su mente, ¿cómo sabré si es él? Quizás ya se hayan cruzado alguna vez sin darse cuenta de quiénes eran. Si es así, ¿le volverá a ver? Mientras tanto ella espera. Es mejor no darle vueltas. Sigue sentada. No sabe cuánto tiempo lleva en la estación, pero la verdad es que no le importa, después de tanto tiempo esperando no tiene la menor intención de marcharse. Aunque haya momentos de desesperanza ella sigue allí. Y es entonces cuando por fin aparece. Esta vez su corazón da un vuelco previniendo la llegada del tren. Tras haberse parado, delante de ella, se abre la puerta del vagón. Tan sólo dos pasos les separan. Él se acerca a ella, le coge la mano, una sola sonrisa. Una mirada, un pequeño gesto que no es nada, y lo es todo. Todavía recuerdo sus siluetas alejarse de aquella estación, de la mano, sin mediar palabra, simplemente sonriendo. Probablemente no se hayan soltado jamás.
Guardaré mi corazón para el tuyo.
Moon
PD: Al final el tren llegó.