domingo, 28 de junio de 2009

Summer time

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Ya es verano. Por fin han llegado las merecidas vacaciones que tanto ansiabamos y de un día para otro hemos pasado de no poder casi respirar en todo el día a prácticamente poder contar los segundos que pasan tumbados en el sofá. Parece que ahora tenemos tiempo para todo y sin embargo es cuando menos nos cunden los días, pasan las horas y así sin más te encuentras en la cama antes de dormir pensando en lo poco productivo que ha sido tu día.Y es que es verdad, o al menos en mi caso, que uno se organiza mucho mejor cuanto más estresado está y cuando llega el verano los días pasan sin ton ni son y por mucho que queramos aprovechar cada minuto al máximo no llegamos del todo a conseguirlo. A todo esto, además hay que sumarle el calorazo que hace por los madriles, lo que hace insoportable la salida a la calle antes de las siete de la tarde. Y así pasan los días.

Es cierto que entre el calor y la pereza no es que uno tenga muchas ganas de ponerse a reflexionar demasiado en verano, pero llega un momento en que no hay más remedio que ponerse pensar y meditar un poco sobre todo en general. De repente, sin darte apenas cuenta, piensas en todo lo que has dejado atrás, todas las experiencias vividas, las risas, los lloros y anécdotas parecen alejarse dejando paso a otras nuevas. Sin darnos cuenta ha pasado un curso entero y probablemente las personas que lo empezaron ya no sean las mismas que las que se miran ahora al espejo. Quién sabe, ¿realmente habremos madurado? Es probable. Lo que es seguro es que ya no podemos volver a atrás, ya sabéis, hemos vuelto a caer en la misma trampa; el tiempo no perdona. Ahora es tiempo de descanso, tiempo de sol, de fiesta, playa, tiempo de "adiós preocupaciones". Probablemente no vuelva a haber otro verano como este, de hecho es casi seguro, por eso ahora y más que nunca es tiempo de vivir, tiempo de disfrutar; y por supuesto tiempo de aprovechar al máximo todo lo que esta maravillosa vida nos ofrece.





¡Feliz Verano!


Moon

sábado, 27 de junio de 2009

Decíamos ayer... (VIII)

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"La verdadera locura quizá no sea otra cosa que la sabiduría misma que, cansada de descubrir las verguenzas del mundo, ha tomado la inteligente resolucion de volverse loca."


Enrique Heine


Moon

jueves, 18 de junio de 2009

Pobre y generoso

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¡Ya he vuelto! Por fin acaba el curso -o lo que es más importante, los exámenes-, así que a partir de ahora retomaré de nuevo el blog que, muy a mi pesar, tan abandonado he dejado durante estas semanas.

Nueva experiencia, nueva entrada. Hoy vengo a contaros lo que me ha pasado esta misma mañana. Pues bien, como todos los años mi colegio ayuda a Cáritas aportando voluntarios para hacer postulado el día de la caridad y este año ha sido mi curso el encargado de dicha labor. Así que allí estaba yo, de uniforme, con mi hucha roja y la clásica sonrisa de cuando te van a pedir algo por la calle y sin siquiera abrir la boca ya estás diciendo "por favor no me ignore, al menos escuche un momento lo que le digo y luego podrá decirme no, gracias o no llevo nada suelto, o cualquier otra excusa que le apetezca". Supongo que entre el uniforme, la pegatina en el polo y mi sonrisa de niña buena, mi educado avasallamiento surtió efecto en la mayoría de los bienandantes. Como siempre una se encuentra de todo, desde la típica ejecutiva agresiva que te suelta un par de monedas para perderte de vista lo más rápido posible, hasta la clásica señora mayor que -no sin hacer un gran esfuerzo- aporta como quien dice los cuatro duros que lleva en el bolso. A lo largo de toda la mañana nos ha dado tiempo de sobra a patearnos media castellana -concretamente desde Nuevos Ministerios hasta Plaza de Cuzco- , a recolectar una buena cantidad de dinero y dicho sea de paso a echarnos unas risas entre los compañeros de clase. Eso sí, hoy hemos podido comprobar cómo la crisis a pesar de todo supera la barrera de la caridad.

En fin, en mi aventura de hoy, y lo que realmente quería contaros, cabe destacar algunos momentos que quisiera poder decir que en un futuro permanezcan en mi memoría. Porque como todos los días, hoy he aparendido algo nuevo, y quizás mucho más valioso que cualquier otra lección que pudiera haber dado en clase. Como ya os he dicho, la verdad es que intentábamos asaltar a todas las personas posibles, sin embargo y como es de entender, dentro del grupo quedaban fuera todos aquellos que estuvieran pidiendo dinero en la calle. Pero ya se sabe que lo que menos se puede uno esperar es lo que al final acaba sucediendo. Ya habíamos acabado nuestro turno y nos dirigíamos al punto de inicio cuando, nada más cruzar, en la esquina de nuestro colegio, un negrito de los que venden la farola nos llama y nos echa dos euros en la hucha roja. Imagínense nuestra sorpresa, acabábamos de ser rechazados por gente con bolsos de marca y el pelo engominado y sin embargo aquel pobre hombre nos había dado, probablemente, la mitad de su recaudación diaria. Y qué quieren que les diga, pero para mí ese gesto significó muchísimo más que cualquier otra donación altamente cuantitativa de las que había recibido antes. Por eso en ese momento me di cuenta de lo increíblemente extraordinario que es el ser humano, y cómo una vez más no deja de sorprenderme.

También cabe decir -que no destacar-, las borderías que hay que aguantar de algunos, por supuesto yo prefiero quedarme con los buenos momentos y qué mejor brocha de oro que ese precioso gesto de aquel desconocido.





Moon




viernes, 5 de junio de 2009

Derecho a la igualdad

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Vivimos en un país avanzado. Un país en el que a los ojos del Estado todos somos iguales -así debería ser para todo el mundo- y da igual seas panadero o catedrático de derecho que ambos van a tener los mismos derechos ante la ley y su voto va a valer lo mismo en los dos casos. Actualmente, podemos decir que tenemos la suerte de vivir en base a un sistema de gobierno democrático y justo. Pero para poder decir hoy esto, cabe recordar toda la transición que ha sufrido el país hasta lograr algo de lo que enorgullecerse. Guerras, dictaduras y otras muchas calamidades que han tenido que sufrir los españoles hasta poder conseguir la representación justa que les había sido negada. Desde entonces la sociedad avanza a una velocidad vertiginosa. En pocos años se ha producido un progreso inigualable al de cientos de años en los que apenas se conseguía proteger los derechos inalienables de toda persona.

Y aquí estamos, en pleno siglo XXI, se supone que en el mundo en el que vivimos algo tan meramente simple como puede ser el hecho de votar en unas elecciones nos parece algo completamente normal, como de hecho debe ser. Sin embargo, es curioso como de repente, en un solo instante, todas esas barreras que habían sido superadas con tanto esfuerzo y sacrificio a lo largo de la historia se imponen de nuevo. No, queridos lectores, no me estoy refiriendo a ninguna dictadura de las que actualmente hay en el mundo, ni hace falta irse muy lejos para ver lo que está pasando. No hace falta porque aquí mismo tenemos un claro ejemplo. Puedo deciros que tengo plena constancia de lo que ahora os voy a contar, en las últimas elecciones generales un musulmán se acercó a votar acompañado de dos mujeres. Como cualquier otro ciudadano -este ya tendría la nacionalidad- se identificó para poder echar su voto. El jefe de mesa, que se hab
ía dado cuenta perfectamente de que las mujeres se habían dedicado exclusivamente a acompañarle, leyó sus nombres al comprobar la identificación del hombre -supongo que los tres tendrían el mismo apellido árabe y estarían seguidos en la lista-. Al darse cuenta de la situación, el jefe de mesa se dispuso a ofrecer a las mujeres sus respectivas papeletas. No tuvo tiempo de hacerlo, mientras les informaba que podían hacer uso de su derecho al voto -en su país probablemente no podrían- el hombre se interpuso entre las receptoras negando el ofrecimiento de las papeletas. Las mujeres, cómo no, agacharon la cabeza y se retiraron dos pasos por detrás del hombre.

Aquel hombre, el jefe de mesa, al percatarse de la situación quiso intentar que aquellas mujeres pudieran ejercer su derecho como cualquier otra persona. Puede que otro ni siquiera lo hubiera intentado. Tal vez la mano que él les tendió no les dio la suficiente fuerza como para rebelarse en aquel momento, sin embargo, y si no existieran personas como él, que no desisten y siguen intentando crear un mundo más justo, hoy no estaríamos donde estamos.

Todavía queda mucho por hacer, pues queda un largo camino hasta que esas mujeres puedan votar tranquilamente sin miedo a nada. Por ello desde aquí os an
imo, como siempre, a que gritéis y os levantéis en momentos de injusticia como este, que seáis vosotros los que tendáis esa mano de ayuda. Porque puede que yo logre ayudar a una sola persona, pero entre todos sí podemos cambiar el mundo.




Moon