jueves, 28 de mayo de 2009

As time goes by

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¡Por fin! Ya estoy de nuevo por aquí. Es una pena que ultimamente apenas actualice, pero ya se sabe que en época de exámenes los jóvenes nos vemos obligados a quitar tiempo de alguna que otra banalidad -no lo digo por el blog como tal, sino por mis escritos banales- si se quiere aprobar en junio.

El curso llega a su fin y como todos los años, los estudiantes de segundo de bachillerato se despiden. Atrás quedan anécdotas, historias, profesores algo pesados y otros recuerdos. Para algunos es su sueño hecho realidad, en otros por el contrario ha renacido un pequeño Peterpan en
su interior que parece no querer irse. Unos salen adultos y maduros, otros sin embargo conservan la rebeldía de la adolescencia. Eso sí, todos llenos de ambiciones y sueños por cumplir. Aunque tengan algo de miedo, al fin y al cabo salen felices, empiezan una nueva etapa en sus respectivas vidas.

En la graduación todos sonríen -no es para menos- mientras yo me pongo a pensar en ellos hace un par de años, cuando tenían mi edad y todavía llevaban uniforme, ¡madre mía cómo pasa el tiempo!. Por un momento siento algo de envidia al verles haber acabado el colegio. Pero qué tonta soy, pienso poco después, -el Peterpan del que os hablaba antes parece haber resurgido también en mí-. Y es que aunque a veces cueste reconocerlo, es en el colegio donde más me río todas las semanas. ¿Acabar ya el colegio? Ni hablar, quién quiere tener más obligaciones o responsabilidades. Yo desde luego no, y me aterrorizo solo de pensar lo poquito que nos queda. Miro el reloj. Madre mia, por un momento me parece que el secundero va más rápido de lo normal y lo peor de todo es que este es de los que no perdona.

Empieza la cuenta atrás. A partir de ahora tenemos que tomar decisiones, escoger caminos, seguir las señales que nos guiarán a nuestra vida futura. Quién sabe dónde estaré yo dentro de diez o quince años, de momento prefiero no pensarlo. Sin embargo, y aunque no nos guste, debemos empezar a pensar qué nos gustaría ser el día de mañana, para poder empezarlo a construir hoy. Algunos tenemos la suerte de tener más que claro lo que queremos estudiar dentro de unos años -y digo algunos refiriendome a una minoría-. Otros ya empiezan a agobiarse, deben elegir y no lo tienen claro, y lo peor de todo es que nadie puede elegir por ellos. No, a partir de ahora somos nosotros solos, personas algo más maduras, los que debemos enfrentarnos a las que serán nuestras primeras decisiones "importantes" en la vida. Y como en toda elección indecisa tenemos miedo. Y yo también tengo mis dudas de vez en cuando, también tengo miedo cuando miro hacia atrás y veo cómo pasa el tiempo, cómo de repente, sin previo aviso, el tren de la madurez llega a estación y nosotros no estamos del todo preparados. Y lo que más me preocupa no es el de hecho madurar precisamente, para eso hay tiempo de sobra, lo que más miedo me da es ver lo mucho que corre ese tiempo. Ver cómo hasta hace dos días jugabamos sin preocupación alguna con otros niños en el parque y de repente nos vemos envueltos en nuestras primeras encrucijadas. Sabiamos que pasaría y sin embargo nos ha pillado de imprevisto. Por eso ahora, al ver todo lo que he corrido en pocos años veo cómo el tren del tiempo me pisa los talones. Siempre se dice lo mismo, ¡hay que ver cómo pasa el tiempo! y creo que hasta hoy no me habia dado cuenta realmente de lo que eso significa.

Miro atrás y pienso en todo lo que he vivido y no quiero crecer, sin embargo luego pienso en todo lo que queda por delante. Y es que todavía falta mucho por recorrer...

Creo que el viaje va para largo, ¿te apuntas?






Moon


viernes, 15 de mayo de 2009

El caballero de Olmedo

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Paseando por las calles de Olmedo es difícil resistirse a imaginar el mismo sitio ambientado por Lope de Vega allá por el siglo XVII. Y es que hace escasos días pude andar y correr por los mismos sitios por los que pasearon -vamos a suponer que hablamos de personajes reales- dos de los personajes más importantes de nuestra literatura. El Siglo de Oro, época de apogeo de la cultura española, nos dejó grandes poetas y personajes ilustres así como maestros del pincel y de la pluma. Y lo más importante de todo, nos dejó grandes historias.

Historias como la de nuestro galán Alonso, caballero de Olmedo, y la preciosa doncella Inés. Oigan que ya lo dice el dicho, lo que mal empieza, mal acaba. Aunque no tiene por qué darse siempre por verdadero, desgraciadamente, esta vez no será la excepción a la regla. Pobre DoñaInés , está destinada a casarse con Don Rodrigo, caballero cobarde y mezquino de los que sacan escudo antes que espada. Sin embargo, es ese mismo destino el que ha querido que se enamore del valiente, este sí caballero de verdad, Don Alonso. Caprichos del destino, ya saben ustedes. Pero qué casualidad, si Don Alonso queda prendado de la misma dama comprometida la primera vez que la ve en la plaza. Y entre rincones y callejuelas, un amor apasionado crece, aunque apenas sin verse, los dos enamorados se envían cartas prometiendo amor eterno. Sin duda alguna lo hubiera sido, nada hubiese podido acabar con él, sin embargo recuerden lo que les dije al principio. Fue la muerte la que truncó sus planes. Muerte injusta y traicionera, que decidió llevarse al caballero a lo alto de los cielos. DoñaInés ya no recibirá más cartas de su amado, tampoco se casará con Don Rodrigo, culpable del delito. Pero qué más dará con quién se case, si su amor se ha fugado, allá mismo querrá ir ella, pues su corazón ya se ha ido unido al del caballero.
Que de noche le mataron
al caballero
la gala de Medina,
la flor de Olmedo.

Y así pasa el tiempo, siglos y siglos que esconden miles de historias como esta, historias de amor, y no un amor vulgar y cualquiera, sino un amor sincero y puro, una fuerza absoluta que hace enloquecer al ser humano como ninguna otra cosa puede hacerlo. El sentimiento más maravilloso que Dios pudo dar al hombre. A saber cuántas doncellas como Inés ha habido a lo largo de la historia, o cuántos caballeros dieron la vida por su razón de vivir. Cuántas historias anónimas, dramas y tragedias, otras sin embargo con finales felices.

Y aquí estoy yo, sentada, esperando cual Julieta a su Romeo. En mi castillo particular, con el pañuelo blanco ondeando por mi ventana, esperando a que mi príncipe escale la gran torre, y tras una larga espera se presente ante mí. De algo estoy segura, cuando llegue, de inmediato sabré si es el verdadero.








Moon