miércoles, 29 de abril de 2009

Presagio

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Hay días en que uno simplemente es feliz, y sin ninguna excusa aparente para serlo. Pero, ¿es necesario tener un excusa para ser feliz? Yo diría que no, aunque la realidad es que uno siempre necesita de algo para serlo. Siempre necesitamos que suceda algo que nos haga sonreír, algo que ansiamos que suceda y parece que mientras ese algo no llegue no lo conseguimos ser del todo. No creo que exista receta alguna para la felicidad. Puede que lo que a mí me haga ser la persona más afortunada del mundo para ti carezca de importancia alguna o simplemente ya lo tengas y no lo sepas valorar. En días como hoy me doy cuenta de cómo se complica la vida el ser humano. Sales a la calle, y ves cómo un maravilloso sol te da los buenos días mientras tú miras al cielo y sonríes sin saber muy bien por qué, no hay nada nuevo, misma calle, mismo barrio, misma gente, tú también eres el mismo, y sin embargo una sensación extraña en tu interior te hace ver las cosas de forma distinta. Te sientes bien sin necesidad de hacer nada especial, simplemente son esos pequeños detalles los que te hacen ser feliz. Mucha gente piensa que sin conseguir todo aquello que anhela no puede ser feliz. De ser así, ninguno lo seríamos. Y es que si pudiéramos conseguirlo todo en esta vida, la cosa hubiera perdido su gracia.

Hoy simplemente iba por la calle y me sentía bien. Y cuando me puse a pensar en qué estarías tú pensando en ese mismo instante, volví a sonreír, con la certeza de que algún día estaré sonriendo junto a ti. Y simplemente pensando en esa pieza que le falta a mi puzle, era feliz.





Moon

sábado, 18 de abril de 2009

Mucho más humanos

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Al igual que hay muchas veces que me avergüenzo de mi propia especie, otras sin embargo hacen que esta me parezca maravillosa. Hoy mismo ha llegado a mis oídos la siguiente historia.

En los últimos juegos olímpicos para discapacitados, también llamados Juegos Paralímpicos, sucedió lo que ahora os voy a contar, algo que, por lo menos a mí me ha emocionado, y a lo que por desgracia no estamos muy acostumbrados hoy en día. Pues bien, como os iba contando, sucedió en una carrera cuyos corredores tenían Síndrome de down. Todos ellos, al igual que cualquier otro corredor habían estado preparando la carrera durante mucho tiempo, con sus duros entrenamientos y todo lo que requiere participar en unas olimpiadas. Entonces llegó el día de la carrera, suena el pistoletazo de salida y todos salen corriendo como nunca antes lo habían hecho y de repente como si de un capricho del destino se tratase, que ya saben que a veces juega muy malas pasadas, una pobre chica tropieza y se cae. Los demás se dan la vuelta para ver qué ha sucedido y en cuanto ven a la chica en el suelo llorando, sin pensarlo ni un segundo, vuelven corriendo hacia ella para ayudarla a levantarse. Todos, sin excepción, tanto el que iba primero como el que ocupaba la última posición dejaron automáticamente la carrera para tenderle la mano a su compañera. Cuando la chica estuvo en pie, todos juntos de la mano, corrieron hacia la meta. Todos ganaron la carrera. En realidad ganaron mucho más que eso, un premio mucho más valioso que el de haber ganado una competición, para el que ni siquiera había medalla o trofeo alguno. Aquel día esos chicos nos dieron una lección, ya no solo de solidaridad sino también de compañerismo e incluso, si lo pensáis más profundamente, una gran lección de vida.




Moon

jueves, 16 de abril de 2009

Decíamos ayer... (VII)

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"Yo pretendo que haya poesía en mi vida, y aventura, y amor, amor por encima de todo. No la artística impostura del amor, sino el amor que es capaz de derrumbar la vida, impetuoso, ingobernable como un ciclón en el corazón ante el que nada se puede, ya te arruine o te embelese. Yo debo sentir ese amor"
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Gwyneth Paltrow






Moon


domingo, 12 de abril de 2009

Día de fútbol

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Hoy es domingo, día de vuelta, las mismas calles que ayer ofrecían aparcamiento sin complicación alguna hoy se encuentran llenas de coches en doble fila. Y aunque habitualmente el hecho de aparcar por mi zona sea misión imposible, los domingos esta tarea tan sencilla se ve perjudicada por un solo culpable: el fútbol. Probablemente para el que no sea aficionado al Real Madrid le resulte un completo incordio, incluso para los madridistas que viven por mi barrio también es un fastidio. Sin embargo, para todos los que nos emocionamos cuando el madrid está en el campo y pegamos un salto cuando, además mete gol, es todo un privilegio vivir cerca del Santiago Bernabéu, más allá de eso, es nuestro Olimpo particular. En días como hoy salir a la calle y encontrar las terrazas llenas de gente con banderas y camisetas es algo a lo que se está acostumbrado. Porque la vidilla del fútbol en la calle no tiene precio, y eso es algo que ninguna plaza de aparcamiento puede comprar.




¡Hala Madrid!

Moon

miércoles, 8 de abril de 2009

Rebelde con causa

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De que estamos en crisis es algo que no le cabe duda a nadie. Por desgracia unos más y otros menos pero todos estamos viviendo la crítica situación en la que se encuentra actualmente nuestro país. Al final va a ser verdad eso de que el gobierno no tiene un duro, y sino, que vengan y me lo digan a mí que ayer mismo fui víctima de una de las muchas estrategias de las que se están valiendo para intentar subsanar, yo diría que en vano, las cuentas del Estado. Para ser más exactos, y por un dichoso billete de metro defectuoso, una multa. Quede constancia que nunca antes me habían puesto ninguna sanción, pero ya se sabe que para todo hay una primera vez en esta vida, y ayer me tocó a mí. Me pilló por completo desprevenida, pero no duró ni medio minuto lo que tardó una encantadora mujer que cumplía con su trabajo (por supuesto) en pedirme el DNI y darme la notificación. Vamos, que la mujer repartía multas como el que reparte galletas por la calle. Lo mejor de todo fue la expresión de su cara mientras intentaba explicarle mi pequeño percance, mi alegato le entró por una oreja tan pronto como le salía de la otra. Ah bueno, eso sí, se dignó a informarme de que podía pagar al instante el importe de la multa. He de reconocer que cuando me lo dijo pensé que me estaba tomando el pelo, y menos mal que no lo dije en voz alta, oigan que todavía faltaba que me denunciara y con lo agradable que era la mujer no hubiera hecho falta mucho. Y qué le dije yo, que nanain, vamos que no pensaba -ni pienso- pagar una multa por un incumplimiento que no he cometido. Después de esto la mujer me dio el papel con suma simpatía y sin siquiera decir adiós se dispuso a buscar al próximo delincuente. Yo por mi parte, pienso recurrir.

Así que ya saben, cuidado con tirar una colilla al suelo, no vaya a ser que empiecen a penalizarlo y tengan que pagar cien veces el precio de su cajetilla, que por algo estamos en crisis. Y si me permiten un último consejo, si tenían pensado saltarse la ley del metro, no lo hagan en la estación de Cuatro Caminos, que ya les digo yo que les pillan fijo, incluso no habiendo hecho nada.






Moon